William vende en los alrededores de la avenida Independencia en San Salvador desde que tiene memoria. Ahí ha soportado lluvias torrenciales, el inclemente sol, el acoso de la delincuencia y hasta accidentes. En tiempo normal sube y baja hasta 200 veces de los autobuses que recorren la zona vendiendo verduras y frutas y con un solo objetivo, cambiar el destino de sus tres hijos.
Las ventas parecen estar en el ADN de este joven emprendedor. Su abuela vendió por años en los alrededores del mercado de abastos La Tiendona y su madre hizo lo propio en el mismo lugar donde hoy él se gana el sustento, los alrededores de la avenida Independencia y el Reloj de Flores en San Salvador.
Único varón de seis hijos, su mamá, asegura, nunca lo obligó a ir a vender y por el contrario lo impulsó a él y a sus hermanas a estudiar. William incluso hizo hasta el segundo año de Periodismo en la universidad, pero luego llegaron sus propios hijos y optó como su madre, por las ventas.
Ya desde los catorce luego de ir a estudiar, llegaba a la zona para tomar las bolsas de tomates, cebollas y otras verduras y subir a los buses a vender, y ya de adulto y con responsabilidades hizo de la tarea su única fuente de ingresos.
William reconoce que ha perdido la agilidad que tenía de “cipote” y subir y bajar de los buses constantemente ya comienza a pasarle factura.
En un día promedio y sin pandemia, William llegaba a abordar hasta 200 unidades del transporte público en la zona donde circulan unas ocho rutas distintas y cada una hace ocho viajes por día en promedio.
Sin embargo, con la pandemia, primero dejaron de circular y hoy, apenas pasan unos 70 buses, pero William sigue subiéndose y bajándose con la esperanza que poco a poco aumente la circulación de gente y mejoren los ingresos porque sus finanzas ya están en punto crítico.
“Soy sincero hemos estado viviendo de víveres que nos han regalado, porque no había otra forma, nosotros sino ganamos, no comemos, así de duro es”, contó.
William tiene tres hijos, una de 19, uno de 13 y uno de seis, los dos primeros estudian en colegios privados y son su fuerza para ejecutar su duro trabajo, aunque a veces el dolor de las articulaciones le pase factura.
“Los más duro es subirse, bajarse, asolearse, mojarse, y que la gente no compre, yo tengo dolor en las articulaciones, duelen las piernas y hasta las manos…Pero uno aguanta por el amor de los hijos. Yo lo hago porque es lo que da para comer, y para que mis hijos que se sigan preparando y sean exitosos”, cuenta.
“MI hija mayor estudia Turismo en Mar, yo sueño que luego pueda trabajar en cruceros y viajar, que se vaya a estudiar a la universidad en otro país. Ella dice que quiere ser aeromoza, pero yo he estado cotizando y es caro, ya vamos a ver qué hacemos para que cumpla eso”, añade orgulloso.
Su hija Katherin es su máximo orgullo porque este 2020 luego de tres años logrará graduarse y sacarla de ese mundo de las ventas es su máxima alegría.
“Quiero romper ese ciclo, yo me crié y aprendí esto, pero quiero que mi hija y los otros dos sean profesionales y logren sacar carreras profesionales, la vida del vendedor ambulante es muy dura y yo no quiero eso para ellos”, asegura el emprendedor.