Sandra Urbina es una ingeniera en alimentos de tan solo 26 años que ha rescatado las viejas recetas de sus raíces latinoamericanas para convertirlas en exquisitas salsas, jaleas, mantequillas y mermeladas con ingredientes cien por ciento naturales y bajos en azúcar. Son productos que aspira conquisten tanto el mercado salvadoreño como estadounidense.
INSTRAGRAM : @urbinaheritagep
¿Qué le parece una mermelada de vino tinto o quizá una de tamarindo? La variedad de ingredientes con los que esta joven hace exquisitas mezclas es tan variada como su enorme talento y ganas para emprender.
Sandra, que se graduó de ingeniera en alimentos, fundó hace dos años Urbina Heritage – en honor a la herencia legendaria de sabores latinoamericanos- y ofrece mermeladas, jaleas, salsas y mantequillas cien por ciento naturales y libres de cualquier aditivo. Incluso para elaborar sus salsas busca que sus proveedores no hayan usado ni químicos ni pesticidas en sus cultivos.
La joven emprendedora ofrece 21 productos diferentes entre mermeladas de almendra, maní, coco macadamia, almendra y pecana con chocolate; jaleas de tamarindo, blueberry, vino tinto, piña, fresa y más.
Además de mantequillas, dulce de leche bajo en azúcar y salsas verde, roja picante, ranchera, cebollas con chile jalapeño curtidas en aceite de sésamo y vinagreta francesa, entre otros.
Sandra, quien es la menor de tres hermanas, una es médico y la otra, abogada, perdió a su mamá a sus escasos nueve años, pero asegura que su papá, licenciado en química y farmacia que las crió solo a las tres, le enseñó varias lecciones que mantiene vigentes y que la hacen trabajar duro para salir adelante.
“Mi padre siempre nos repitió una frase que dice: Hay dos cosas que no se pueden desperdiciar en la vida y son el tiempo y el talento” y mis hermanas y yo siempre lo hemos tenido presente”, contó.
Apasionada de lo natural
Aunque por la carrera de su papá, Sandra siempre se sintió atraída por la química, por herencia familiar le apasionaba la cocina, ya a los doce años había tomado cursos de repostería, y siendo adulta descubrió la carrera de ingeniería en alimentos y se inclinó por esa profesión.
“Elegí la ingeniería en alimentos porque mezclaba la química y la comida, conocer los compuestos de la comida me fascinó. Luego fui a Estados Unidos y me especialicé en el desarrollo de recetas y también en la manipulación de alimentos”, cuenta.
Sandra comenzó su negocio en casa, que sigue siendo su centro de operaciones, primero elaboró jaleas y mantequillas para sus familiares, luego para sus amigos y cuando la demanda creció, comenzó a venderlas a través de redes sociales.
Sus primeras ventas las hizo en Estados Unidos, ya que ella viaja a menudo a ese país donde vive su prometido, y luego abrió mercado en El Salvador. Hoy se mantiene viajando entre ambos países para mantener producto en ambas naciones, donde ya tiene varios clientes fijos.
Aunque Sandra conoce sobre aditivos y químicos y confiesa que son útiles, ella se inclina por aquellas comidas que estén libres de estos porque garantizan la salud de la gente.
“Mis productos son cien por ciento naturales y hechos en casa. Hay mucha gente que dice tener intolerancia a ciertos alimentos o que tiene ciertas enfermedades, pero en realidad es intolerancia a los aditivos, por eso el valor de lo que yo hago. Además, están hechos en casa y eso lo siente cualquiera que los prueba”, cuenta.
Sandra que invirtió todos sus ahorros para lanzar Urbina Heritage, asegura que todavía está en la etapa en que ve más pérdida que ganancia, porque es un negocio en crecimiento, pero está convencida que hay mercado y que el sabor de cada producto irá conquistando cada vez más paladares.
Aunque su base son las recetas familiares, uno de los retos más grandes para ella ha sido aprender a conocer la temperatura exacta para cada ingrediente, lo que facilita la textura, sabor y demás, de cada producto.
La joven emprendedora ha comenzado a asistir a ferias donde vende sus mezclas y todavía no tiene un punto de ventas físico, uno de sus próximos proyectos. También sueña con capacitar mujeres en la elaboración de ese tipo de alimentos para que aprendan a crear por sí solas esas delicias.
La joven asegura que dedica unas 15 horas por día a elaborar sus exquisitas jaleas y salsas y aunque es agotador, ha encontrado que le sirve de terapia, ya que hace poco le detectaron una enfermedad que se llama fibromialgia – dolor en articulaciones, fatiga y otros síntomas – y asegura que estar moviendo las cucharas y más, le hace sentirse mejor y le funciona como terapia, además de que lo disfruta al máximo.