Harina de maíz tostado y de atole shuco, chocolate, alguashte, horchata, entre otros productos son parte de la oferta de doña María Rafaela Marroquín viuda de Cruz, quien desde hace 29 años elabora estos alimentos que le han permitido sacar adelante a sus dos hijos y mantenerse a flote.
“Mi negocio es pequeño y modesto, pero mi fé es grande y esa me ha sostenido hasta hoy”, afirma doña María Rafaela, una mujer de cabello entrecano, sonrisa fácil y buena conversación.
A sus 61 años sigue fuerte como un roble y dispuesta a seguir trabajando hasta que la vida o Dios se lo permitan.
La emprendedora se ha dedicado toda la vida al comercio, durante casi 20 años tuvo una tienda de barrio, pero la delincuencia la obligó a cerrarla, entonces le metió de lleno, primero a la elaboración de chocolate artesanal y luego a todo tipo de harinas con las que se elaboran refrescos y atoles, tarea en la que lleva ya 29 años, y que aprendió de su madre, también comerciante.
Cuando doña María comenzó solo elaboraba chocolate artesanal, partiendo de cero, luego fue innovando, incorporando otros ingredientes al chocolate, como canela, cardamomo, nuez moscada y otros. Después incluyó las harinas.
Hoy ofrece harina de maíz shuco, de maíz tostado, el alguashte, la horchata de morro, y otros. A su emprendimiento la bautizó como Productos don Rubén, en honor a su esposo fallecido hace diez años.
También aprendió a hacer piñatas y las ha incorporado en su negocio y hace desde figuras de animales hasta de frutas.
Doña María tiene dos hijos, Ismael y Stephany, de 41 y 30 años, que le ayudan en el negocio, tanto en el diseño de la marca como en la comercialización, aunque en la producción no deja que nadie meta mano.
“Yo tengo la receta de cada producto y me gusta hacerlo yo, se qué lleva y cuánto lleva y me gusta cuidar la calidad, me gusta saber lo que estoy vendiendo y que no haya errores, para que los clientes se mantengan”, cuenta orgullosa.
Doña María dice que toda la vida ha sido comerciante y eso le ha permitido tener casa propia, lograr que su hija obtenga una carrera universitaria y formar también a su hijo mayor.
Aunque comenzó vendiendo chocolate en su casa, luego logró llevar el producto a otras tiendas de colonia, también participa en ferias y tiene clientes que llegan de Estados Unidos a comprarle su delicioso chocolate.
“Este negocio es variable, hay días buenos y malos, pero ya llevo tanto en esto que me he acostumbrado y la clave está en organizar el dinerito y confiar en Dios”, contó doña María.
Ella comentó que le gustaría contar con un local propio y también anhela registrar su marca, porque le han copiado el logo y eso le puede restar clientes, pero reconoce que es un proceso complejo y con muchos requisitos, pero seguirá intentándolo.
“Mi sueño es registrar la marca, porque seguido me roban la marca, aunque no la fórmula y eso es lo fuerte de eso”, cuenta.
Doña María dice que logró cursar hasta el noveno grado y desde niña trabajó en el campo, sembrando maíz, tomate y todo tipo de cultivo y luego se hizo comerciante y ya no puedo seguir a la universidad, por eso ha sido su sueño que sus hijos se superen. Ella está convencida que su chocolate y demás productos tienen la calidad para venderse fuera del país y conquistar paladares de extranjeros y de los compatriotas que viven en el exterior.