Sandra Mancía es ingeniera en sistemas y Edwin Ramos, su esposo, ingeniero eléctrico, pero ambos son apasionados del arte y se dedican a impulsar un emprendimiento que mezcla la electricidad con el tallado en bambú, morro y PVC, entre otros materiales, para crear verdaderas obras de arte.
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En las manos morenas de Sandra se puede observar las cicatrices que deja utilizar cuchillas y otros materiales para tallar mariposas, flores, figuras religiosas y hasta el Principito y su amigo el zorro en piezas de PVC, tecomates, bambú o morro.
Ella las muestra orgullosa y ese mismo orgullo que le da su negocio Peiskos, una palabra nórdica que define el sentimiento que siente una persona al estar frente a una fogata.
Bautizaron así el emprendimiento porque su producto estrella está basado en la luz, pero ellos son artesanos natos y conocen de pintura, tejido en alambre, puntillismo y otras técnicas.
Sin embargo, las luminarias talladas son las que conquistan de inmediato a los clientes. Ellos comenzaron elaborándolas en PVC, poco a poco han ido probando otros materiales autóctonos como el morro y los resultados han sido sorprendentes.
“ Nuestra carta de presentación son las luminarias, pirograbados, dibujos en madera , portallaves, trabajamos mucho el morro, andamos algunos tecomates, tenemos una variedad que ofrecer”, contó Sandra.
La pareja, originaria de San Miguel elabora lámparas de mesa, colgantes de pared y hasta otras piezas con diseños exclusivos y exóticos y materiales naturales como la calabaza y el jícaro. Para ellos la imaginación no tiene límites, así como su deseo de dar a conocer tanto su arte como el de otros artesanos amigos.
“El emprendimiento nació hace más de cuatro años, queríamos dar a conocer algo bueno que hacemos los salvadoreños, el arte, que alguien que tenga algo de nosotros sepa que además de útil y hermoso, no lo va a encontrar en ningún otro lugar y demostrar que hay talento, no solo por parte de nosotros, hay muchos artistas por descubrir”, cuenta Sandra.
Unidos por el arte
La pareja tiene cuatro años de casados y son padres de Ethan Josué también de cuatro años. “Nos conocimos por amor al arte, íbamos a talleres donde intercambiamos conocimiento, a mi desde pequeña me gustó el arte. Mi abuelo por parte de papá era carpintero ebanista y mi abuelo materno talabartero, cada quien me enseñó algo y mi esposo ya lo trae en la sangre. Eso nos unió”, contó la joven.
Los esposos tienen su taller instalado en la casa familiar donde también dan espacio a otros jóvenes artistas y emprendedores que hacen pulseras tejidas, pintura en barro y otros artículos que ellos les ayudan a vender.
Los productos de Peiskos se pueden encontrar en el Paseo El Carmen en Santa Tecla y en la zona norte de Morazán, donde son muy reconocidos.
La emprendedora reconoce que en 2020 las ventas se fueron al piso y como muchos debieron reinventarse y cambiar, de manera temporal, la actividad a la que se dedicaban.
“El emprendedor está hecho para reinventarse y en los meses más duros del encierro por la pandemia nos tocó producir la careta, eso nos mantuvo: los productos de bioseguridad, pero elaborados por nosotros. Tuvimos pedidos grandes y así nos mantuvimos. Antes de la cuarentena íbamos muy bien, algo que íbamos a hacer, era comprar la máquina láser, pero el sueño se nos frustró, pero ya retomamos todo y vamos paso a paso, con cautela y esperanza”, afirmó.
Entre sus planes están abrir una tienda física a mediados de este año en la ciudad de San Miguel y también sueñan con que a mediano plazo sus luminarias puedan venderse en el extranjero, porque además de ser un producto único, cada pieza tallada refleja el esfuerzo y el talento de ella su esposo.