El extraordinario talento de Margarita Ramos creadora de Los Mosaicos de Mamá queda plasmado en espectaculares piezas decorativas como cuadros, macetas, platos o cruces en las que pequeños trozos de azulejo o cerámica se convierten en verdaderas obras de arte.
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Como si de un rompecabezas multicolor se tratara las obras de arte hechas de mosaicos se van abriendo camino paso a paso, pieza por pieza, como un delicado lienzo que cobra vida y llena un espacio de espectacular belleza.
Platos de pared, aves, flores, cruces, espejos, jarrones, macetas, bandejas y la línea más buscada que es la religiosa con imágenes del Sagrado Corazón de Jesús, de San Miguel Arcángel, de la Virgen María y otras más, hechas de diminutas piezas de cerámica o azulejo son parte de lo que ofrece Los Mosaicos de Mamá.
Su fundadora Margarita Ramos de 55 años, es una mujer prodigiosa con las manos y una creativa nata, que ha demostrado un particular talento por los trabajos manuales.
Hábil desde siempre para crear, dibujar o pintar, sus hijos fueron las estrellas en el colegio cuando ella los apoyó en la elaboración de maquetas o carteles escolares donde mostró parte de sus habilidades artísticas.
Aunque cursó un técnico en arquitectura, se casó joven con Julio Alfredo de profesión odontólogo y eligió cuidar de sus hijos Rodrigo, hoy de 31 años y Katya de 26.
Su interés por los mosaicos llegó de su intención en recaudar fondos para el grupo de oración en su iglesia.
Luego de un tiempo la emprendedora pausó esa labor sin imaginar que más tarde ese aprendizaje les ayudaría a ella y a su familia a enfrentar la crisis de 2020, producto de la pandemia.
Margarita, una entusiasta conversadora, recuerda como el confinamiento durante los meses más duros de 2020 obligó a su esposo a cerrar por cinco meses la clínica odontológica, el principal sostén de la familia. Además, su hija menor, también perdió el empleo.
Margarita que es una mujer inquieta y llena de fe, conversó con Rodrigo, su hijo mayor sobre ideas de cómo generar ingresos y al igual que muchos, se reinventó.
En mayo de 2020 sacó los mosaicos y comenzó a confeccionar piezas que decidió vender en su afán de sortear la crisis.
Su hijo Rodrigo, graduado en computación y un apasionado de las redes sociales comenzó a publicar las fotografías de los trabajos de Margarita, mostrando orgulloso las obras que su madre iba creando y fue así como surgió: “Los Mosaicos de Mamá”.
“Yo soy el encargado de las redes sociales y el delivery oficial”, cuenta orgulloso Rodrigo, quien continuamente está posteando o tuiteando cada obra que su madre termina. Katya, la hija menor, se encarga de empacar, decorar y ponerle el toque especial a cada entrega.
“Hay que luchar, luchar siempre”
Margarita asegura que el emprendimiento, que sigue creciendo, le ha dejado enormes lecciones, aunque reconoce que no es fácil mantener a flote un negocio propio, pero para ella lo importante es luchar de manera constante.
“Yo quisiera motivar a otros emprendedores a que no se den por vencidos, hay que insistir va a llegar el momento de ver el fruto de lo que hemos construido. Hay que ser humilde, no compararnos con otros, reconocer que nos equivocamos, pero no rendirnos. Hay que insistir y será la voluntad de Dios que crezcamos. No dejar de hacer la lucha, luchar sin detenerse y no limitarse por un comentario de un cliente o un tropiezo, siempre ver para adelante…”, recomienda.
La artista se considera una mujer en constante aprendizaje que cada día experimenta con colores y materiales y anhela perfeccionar las técnicas de los mosaicos para incluso enseñarle a otros que, como ella, puedan tener una fuente de ingresos.
“Todos tenemos un talento, una luz. Yo Margarita tengo mi luz y si puedo compartirla con alguien que, así como yo me vi en una necesidad económica y encontré salida en esto, pues comparto el conocimiento …”, expresa.
Para Margarita, a quien le puede tomar desde ocho hasta 100 horas terminar un trabajo con mosaicos, elaborar cada pieza le produce una enorme alegría y la llena de orgullo y aunque lo peor de la crisis financiera del hogar ya pasó, ya este particular arte la tiene enamorada y no piensa dejarlo.
“(…) A mí esto me relaja, me desconecta y es una terapia y espero en Dios seguir haciéndolo porque me encanta, me llena mucho”, cuenta.
La artista asegura con humildad que lo único que quiere es seguir creando y por supuesto logrando que su trabajo llegue a varios hogares salvadoreños y al exterior, ya varios compatriotas se han llevado parte de sus obras.
Aunque agradece la venta virtual, anhela contar con una tienda física donde pueda comercializar sus obras, porque es de las que cree que hay que observarlas de cerca para admirar su belleza y darle el valor que merecen.
“A mi me gustaría tener una salita de ventas. Yo soy mas de ver lo que voy a comprar, y me encantaría tener aunque sea una tiendita física, que las personas miren de cerca esto y vean el esfuerzo que requiere”, explica emocionada.
Ese es uno de los desafíos más grandes que le ha tocado experimentar, dar a conocer su trabajo y que la gente aprenda a valorar el esfuerzo que hay en cada pedazo de cerámica ahí colocado.
“Mi mamá hace unas vírgenes que llevan más de cien horas terminar. Trabajar con mosaicos es algo delicado, de ir pegando pedazo por pedazo, es difícil y el resultado requiere mucho esfuerzo, quisiéramos que la gente lograra valorara eso”, añade su hijo Rodrigo.
El joven cuenta como su madre ha aprendido a cortar la madera, a hacer mampostería y mezclar el cemento, todo el proceso de principio a fin lo hace doña Margarita y su familia admira la dedicación y amor que ella le pone a sus obras.
“Yo me siento bien orgulloso porque cada vez que publicamos algo, me encantan los comentarios de la gente, mi mamá no usa las redes sociales, pero yo le mando lo que dicen de su trabajo. Yo sé que siempre había tenido ese arte y el hecho de que ahora ya sea reconocida me pone feliz y la veo feliz a ella con lo que hace”, añade.
Tanto ella como su hijo anhelan espacios donde puedan exponer Los Mosaicos de Mamá y dar a conocer el extraordinario arte de Margarita.