Más que una carnicería, el negocio de Roxana de Baires, The Meat House, creado hace apenas seis meses se convirtió en su motivo para salir adelante y enfrentar una dura enfermedad. Si bien le ayuda a aportar ingresos a su hogar, la mayor recompensa para ella es sentirse productiva.
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Roxana de Baires es una experta cocinera, sabe de comida internacional, sobre todo italiana y peruana y trabajó más de la mitad de su vida en prestigiosos restaurantes de San Salvador, sin embargo, hace seis años recibió una noticia que cambió por completo su vida, le diagnosticaron lupus, una enfermedad que, entre otras características produce dolor en articulaciones y puede afectar el funcionamiento de casi todos los órganos: pulmones, riñones, corazón y hasta el cerebro.
El lupus es una enfermedad tratable y Roxana, madre de tres jóvenes de 24, 20 y 18 años, buscó de inmediato ayuda médica, pero le afectó el trabajo que tanto le apasionaba y debió retirarse a su hogar.
Roxana entonces se concentró en ser ama de casa, pero su espíritu inquieto, y que trabaja desde los quince años, la hizo a menudo sentir la necesidad de hacer algo que la llenara.
Apoyada por su esposo, emprendió primero vendiendo zapatos, pero rápido su pasión por la comida la hizo regresar al rubro que ya le era familiar y sin conocer nada de cortes o tipos de carnes, pero sí con la certeza de que era un negocio rentable, apostó por la carnicería.
“Con el dinero que gané vendiendo zapatos compré mi primera vaca y un freezer, pero no me cabía ni la vaca y no tenía ni idea de los tipos de carnes ni de nada, pero eso no me detuvo. Comencé a preguntar y a aprender y sigo en eso”, cuenta divertida.
Como no vendía nada, le pidió a su esposo que la llevara en el auto familiar a las colonias para ofrecer de casa en casa el producto y así lo hizo cada día durante una semana, hasta que logró vender toda la carne.
Hoy, a seis meses de haber fundado The Meat House, Roxana se siente orgullosa del crecimiento que ha tenido su negocio. Tarea que no ha sido fácil, porque le implicó no solo la conquista de sus clientes, sino aprende a ser disciplinada con las finanzas y a adquirir todo el conocimiento posible sobre carnicería.
Ahora sabe diferenciar entre puyazo, lomo de aguja, lomo rollizo, angelina, posta negra, carne para guisar, salón y otras. Ya ofrece carne molida, hueso, pollo y carne de cerdo.
Su éxito ha sido tal que ya compra seis vacas al mes, posee seis freezers, y da empleo a tres colaboradores, uno de los cuales le ayuda a cargar las vacas, otro al domicilio y otro más es el carnicero.
También ofrece reparto a domicilio y está llena de ideas y de entusiasmo para hacer crecer aún más su emprendimiento.
Las metas del negocio
Roxana está feliz porque el emprendimiento le permite ayudar a otros que como ella han visto cerradas las puertas ya sea por la edad o por alguna condición de salud, que si es controlada, permite a la persona ser útil y productiva.
“Yo pienso que la gente de 50 para allá no tienen oportunidades de empleo, por eso los que me ayudan son gente mayor, yo quiero darle oportunidad a gente que se sintió como yo y si crezco, ese es mi objetivo. Mi sueño es poder poner una casa para los adultos mayores o gente con ciertos padecimientos y darles empleo en algo, esa es mi meta. Yo he demostrado que siguiendo tratamientos se puede ser productiva”, explica.
Roxana agradece el apoyo de su esposo, que siendo contador le ha ayudado a manejar las finanzas del negocio y de sus tres hijos. Karla, que estudia veterinaria ya le apoya con la selección de las mejores carnes y a revisar al animal, antes de comprarlo.
Karla junto a Allison la menor, también se encargan de la carnicería cada viernes, cuando Roxana debe tomar un fuerte tratamiento para contrarrestar los efectos del lupus.
“A veces a mí se me inflamaba el hígado, las manos, la piel y ahora ya me ha mejorado, había también dolores en los riñones e inflamación, pero con el tratamiento se ha calmado. Todos los viernes tomo pastillas que me hacen dormir 24 horas, me levanto hasta el domingo, pero mis hijas quedan encargadas de tomar el pedido y mandarlo, ellas son parte de mi equipo al igual que mi esposo”, explica orgullosa.
La carnicería sigue en el lugar donde comenzó, la casa familiar, pero Roxana tiene un proyecto, conseguir un negocio donde combine la venta de carne con otra de sus grandes pasiones, cocinar.
“Mi proyecto es salir adelante, poner la carnicería firme en otro lugar. Me imagino un lugar donde se vendan carnes, cortes americanos, lomos como la gente los quiera y prepararlos al momento, combinar la gastronomía con la carnicería”, cuenta entusiasmada.
La emprendedora está convencida que para salir adelante en cualquier cosa que se haga hay que esforzarse el doble, pero la satisfacción más grande es cuando llegan los resultados.
“Yo me levanto todos los días a las cuatro de la mañana para preparar todo lo de la carnicería, pero lo hago con gusto, porque me encanta y no solo porque voy creciendo sino porque lo disfruto, yo antes del emprendimiento sentía depresión, pero esto me ha dado mucho, sentirme productiva es mi mayor ganancia”, concluye.