Alicia Meléndez es una joven de 34 años que movida por la necesidad de dedicar tiempo a su bebé abandonó su carrera de chef y apostó por un emprendimiento. La joven reconoce que ha sido un camino de altas y bajas pero emprender, asegura, ha sido una de las mejores decisiones que ha tomado en la vida.
La receta de un buen emprendimiento la conoce bien la chef Alicia, lleva año y medio colocando una buena ración de persistencia y abundancia de trabajo duro a @Adriella_Creations, un emprendimiento que ofrece joyería fina, sobre todo aretes hechos de alambre de oro laminado, perlas y otras piedras.
Adriella como emprendimiento nació hace año y medio y Adriella, la bebé de Alicia, también. De hecho su hija fue la razón por la que la joven se decidió a cambiar por completo su vida y pasar de ser la jefa de cocina de un prestigioso restaurante a la dueña de su pequeño negocio.
Desde niña, a Alicia le encantaban las pulseras y los accesorios, y sus padres le regalaban cuentas y pitas para que las elaborara, pero nunca imaginó que más tarde ese pasatiempo infantil se convertiría no solo en un negocio rentable, sino en un proyecto que le daría la libertad para estar cerca de su esposo y sus hijos.
Alicia fue mamá por primera vez a los 16 años y debió esforzarse el doble por sacar adelante a su hijo mayor y a la par, graduarse de una carrera. La gastronomía le apasiona y logró el éxito rápido, pero es un oficio sacrificado, sin horarios ni días de descanso y lamenta no haberle dedicado tiempo de calidad a su hijo mayor, por eso cuando 18 años después la maternidad la sorprendió de nuevo, tomó la decisión de apostar por algo propio.
“Cuando llegó mi hija me dije: “Sigo en lo mismo o hago un cambio radical y cuando me llamaron de regreso al restaurante ya había decidido qué hacer. Invertí lo poco que tenía y comencé con el emprendimiento. Yo no tenía idea de cómo hacerlo exactamente, solo me lancé. Siempre he sido bien chispa y siempre he tenido a cargo cocinas y gente, quise empezar a implementar esa mística en mi negocio y todo fue de subida”, cuenta orgullosa.
Mientras amamantaba a su hija y pasaba los días de licencia por maternidad tomó clases de bisutería, solo logró ir a dos talleres, luego tomó tutoriales, y a pura práctica, deshaciendo y haciendo, fue afinando las joyas.
El arranque aunque bueno, no fue el esperado, pero no se rindió, añadió una buena dosis de persistencia y comenzó a tocar puertas de organizaciones que apoyan emprendedores, entre ellas YoHago, y poco a poco los ingresos mejoraron.
Adriella Creations daba para pagar la casa y los gastos familiares y aunque Alicia asegura que trabajaba sin descanso, la libertad que le daba para jugar con su hija o dedicarle tiempo a su hijo mayor, sin pedir permiso a nadie, era su recompensa.
“Me arrepiento de no haber emprendido antes, años de no dedicarle tiempo a mi hijo y a mi familia, y ahora veo la libertad que da tener algo propio, aunque es difícil, hay que trabajar duro si se quiere crecer, pero vale la pena”, afirma la joven.
La pandemia y la crisis
El 2020 llegó y Alicia y su esposo estaban optimistas y dispuestos a añadir todos los ingredientes necesarios al negocio. No había pandemia ni cuarentena en el país y el emprendimiento iba tan bien, que hasta su esposo tomó la decisión de abandonar su puesto como gerente de una empresa y acompañarla en esa aventura.
Sin embargo, para abril y mayo, los días más duros del confinamiento, producto de la pandemia, los ingresos de la familia se fueron a cero. Alicia reconoce que no vendía ni una sola pieza.
«Gracias a Dios siempre tuvimos el apoyo de la familia, pero pasamos una situación bastante crítica. Yo vendía de todo, tacos, curtidos, hasta ropa de segunda mano, y la tienda Adriella se detuvo pero me resistía a dejarla”, cuenta.
Aunque estuvo a punto de tirar la toalla, Alicia insistió en varios emprendimientos y fue la venta de ropa de segunda mano la que le dio el dinero necesario para reactivar a Adriella Creations. Comenzó comprando un par de alambres y unas pocas piezas y aprovechó el confinamiento para tomar las mejores fotos de sus joyas e iniciar, por primera vez, la venta en línea.
“La pandemia me hizo tambalear, pero me dejó también lecciones, aprendí a perseverar y no bajar la guardia, hubo veces que yo solo tenía para comprar dos alambres (de oro laminado) o la comida de la semana para la bebé. Le pedí a Dios su bendición y me arriesgué y opté por los alambres y comencé a trabajar las joyas. Poco a poco empezaron a colocarse las primeras ventas en línea y me llené de felicidad y de fe”, cuenta.
Los días de crisis pasaron y los seguidores en las redes sociales aumentaron. Hoy la joven le dedica buena parte del día al negocio, porque asegura que los clientes en línea son más exigentes y quieren actualizaciones continuamente.
«Yo me exijo mucho como emprendedora. Los clientes de las redes siempre están pendientes, por eso yo subo dos o tres estilos diarios nuevos”, dice.
La joven reconoce que el agotamiento es común en un emprendedor, así como los días malos, pero la clave es mantenerse en pie, sin importar lo que pase.
“Hay que sacar ventaja de cada situación que nos pase, buena o mala, se puede salir adelante. Si una puerta se cierra, busco otra salida. Si tengo que vender piedras, las vendo. Yo voy a salir adelante porque es mi decisión hacerlo”, afirma convencida.
Alicia que por ahora solo vende en ferias de emprendedores y en redes sociales, sueña con contar con un kiosco bien montado en un prestigioso centro comercial y de los ingresos que entran al negocio, ahorra una porción para concretar ese proyecto.
La idea de emprender asegura, es lo mejor que les pasó como familia, pese a la crisis que enfrentaron. Tanto que su esposo, que es artista del pincel, también renunciará a su empleo actual para dedicarse a pintar y juntos crecer como emprendedores.