Gabriela Ascencio tiene 28 años y es madre soltera de Gabriel Adolfo de cinco y es además la dueña de una chicharronería que ha instalado en su propia casa, con el anhelo de crecer y lograr montar un restaurante rodante.
Gabriela Ascencio aprendió desde niña que debía trabajar duro para salir adelante. Su mamá emigró a los Estados Unidos cuando ella apenas tenía siete años y junto a su hermano mayor se trasladaron a la casa de sus tíos donde crecieron.
La tía de Gabriela se dedicaba a la venta de típicos y ella le enseñó pronto el oficio, ya a los diez años la acompañaba a realizar sus ventas, así que en agosto pasado cuando perdió su empleo en una empresa de reparto a domicilio, optó también por montar un negocio de comida, pero esta vez comercializando chicharrones.
Lleva cuatro meses y por ahora los ofrece tres o cuatro veces por semana en los grupos de emprendedores que se han creado en la colonia donde vive y asegura que aunque durante el confinamiento vendía más, está dispuesta a innovar con los servicios para conquistar de nuevo a los amantes de los chicharrones.
“Yo lo que necesito es ofrecer a domicilio y salir de la colonia, pero eso implica contratar una empresa que lo lleve y he aprendido que es mejor ir paso a paso, para ir a lo seguro”, explica la joven emprendedora.
Ella ha montado su negocio con el apoyo económico de su mamá y sus propios ahorros y sigue guardando cada centavo extra, porque su proyecto es alquilar o comprar un food truck para vender sus chicharrones en formato rodante.
“Yo quiero tener mi propio camioncito para ir a todas partes, instalarle la cocina, sus mesas y todo, pero sé que solo con los ahorros meva a costar, así que a lo mejor hago un préstamo, pero ya para el otro año lo voy a lograr, es ir poco a poco”, reitera la joven.
Gabriela dice que ella siempre ha buscado maneras para obtener ingresos, estudió dos años y medio en la universidad la carrera de educación en parvularia, aprendió estilismo y uñas acrílicas y aunque trabajó de todo eso, se inclinó por crear algo propio.
Ahora ofrece dos platillos que incluyen platos de media libra o libra de chicharrones, acompañados de frijoles, chirimol, aguacate, cebolla curtida, tortillas y queso rallado y otros aderezos que promociona en su colonia.
Ella los cocina, los empaca y los vende y dice que tiene un secreto propio que le da un sazón peculiar que es el que ha logrado la aceptación entre la gente.
La joven divide su tiempo entre su emprendimiento y la crianza de su hijo, y quiere seguir capacitándose y crecer hasta lograr conseguir su restaurante rodante.