Larissa y Francisco son una pareja que lleva cuatro años promoviendo un producto autóctono, el chocolate, bajo la marca Cao El Salvador. Han sido cuatro años cuesta arriba, pero el amor que le ponen a cada paso que dan les hace soñar en grande.
“Queremos tener una fábrica de chocolate”, dice convencida Larissa de 27 años y socia de Francisco de 34. Ambos se conocieron hace poco más de cuatro años mientras él estudiaba barismo y congeniaron de inmediato ya que ambos eran emprendedores. En ese tiempo también iniciaron su emprendimiento Cao El Salvador que produce chocolate en diversas presentaciones.
Los dos provienen de familias de emprendedores. La de Francisco siempre ha tenido negocios y él junto a sus hermanas montó un food truck y desde muy joven vendió accesorios y otros productos traídos de Estados Unidos y era dueño de un carretón de hot dogs con el que obtenía buenos ingresos.
Larissa por su parte, ya a los 17 años había montado su primer negocio físico un market boutique e incursionado en otros emprendimientos. Sin embargo, cuando ella tenía 23 años renunció a la empresa de bienes raíces y seguros para la que trabajaba porque quería tener un negocio propio y apoyada por su familia y la receta de su bisabuela -que data de 1934, comenzó con la idea de vender chocolate.
Le comentó la idea a Francisco, quien no solo se animó a seguirla sino que se preparó en el tema, informándose sobre todo lo relacionado al cacao para potenciar el negocio. Y así fueron surgiendo más ideas.
Juntos bautizaron la marca como Cao El Salvador e iniciaron una carrera que si bien ha tenido varios tropiezos, los sigue manteniendo en la ruta al éxito.
Fue la bisabuela de Larissa la primera que les vendió el chocolate, pero cuando el proveedor de cacao se quedó sin producto, ya no pudo venderles más y la pareja debió buscar otras alternativas.
Gracias al apoyo de la organización Catholic Relief Service (CRS) y su proyecto Alianza Cacao, consiguieron otros proveedores que cultivan el producto, sobre todo en el occidente del país.
“Al principio regalábamos el producto para que la gente nos conociera, la primera producción fue como de 500 botes de chocolate en polvo. El primer logo lo hice yo en mi teléfono, pero luego contratamos un diseñador gráfico y todo mejoró y tuvimos una gran aceptación”, recuerda la joven.
Larissa y Francisco estuvieron hasta antes de la pandemia produciendo en su propio apartamento al menos nueve productos distintos cuya base es el cacao y llevándolos a restaurantes y cafeterías e incluso a gimnasios o estudios de tatuaje, donde Francisco tiene amigos y se tatúa.
La joven emprendedora cuenta que lograron posicionar sus productos con rapidez y llegaban pedidos que los llenaban de entusiasmo.
Los desafíos de crecer
Como a la mayoría de emprendedores, la pandemia les frenó sus ansias de crecer. El cierre de todos los negocios donde dejaban sus chocolates en consignación les complicó las finanzas a tal punto que se quedaron sin transporte propio y se terminaron sus ahorros.
Francisco incluso debió vender una propiedad a bajo precio y con carácter de urgencia para tener ingresos y lograr sostener la casa y por supuesto, el emprendimiento.
Las ganas de ambos por seguir luchando no cesaron y siguieron produciendo en el pequeño apartamento y echaron mano de las redes sociales para ofrecer primero a domicilio y luego también para llevar sus deliciosos chocolates.
Caoquitos (bombones), Barra Cao, cascarilla de cacao para té helado y caliente, suspiros rellenos de chocolate, harina de cacao para postres y en polvo en sus variedades con almendra, marañón, anís, nuez moscada y la receta original de la bisabuela, es parte de lo que ofrecen.
También poseen una emprendimiento social por medio de la cual llevan chocolate caliente a personas que están pasando frío o necesidades.
De igual forma han creado Universo Cao, un programa que busca que la gente se conecte con el cultivo de cacao, lo conozca y descubra el patrimonio que representa y el valor histórico y cultural que tiene.
“EL concepto de Universo Cao es que nuestro mundo y nuestra propia vida gira alrededor del cacao y el chocolate. Se centra en el potencial que tiene el cacao para el país y buscamos que las personas vean la pasión que tenemos por lo que hacemos y por este producto y que consuman local, un producto 100% nacional desde la producción hasta el empaque”, dijo.
Larissa reconoce que los últimos meses han tocado puertas sin mayores resultados y que han logrado sostenerse gracias al apoyo de amigos y familiares y no están dispuestos a tirar la toalla.
“Nosotros apoyamos el desarrollo económico comprando el cacao a productores salvadoreños y queremos mover toneladas de chocolate y convertirnos en empresarios, pero nos falta maquinaria y sobre todo recursos financieros y es difícil, lo que se gana se reinvierte y así vamos, pero soñamos en grande”, cuenta.
Están dispuestos incluso a buscar socios estratégicos que les permita crecer y anhela llegar a varios países. “Queremos tener una fábrica de chocolate en grandes volúmenes y sobre todo, dejar un legado”, dice Larissa emocionada.
Ella está convencida que aunque los tiempos son difíciles seguirán buscando oportunidades, capacitándose y poniendo todo el amor y el esfuerzo a su emprendimiento, porque creen en su marca, en el producto y sobre todo en ellos mismos, claves dice, para seguir adelante.