A punto de graduarse de Doctora en Medicina, Gloria Molina cambió el rumbo de su vida y se decidió por los emprendimientos, aunque probó varios negocios fueron los cactus y suculentas los que terminaron convirtiéndose no solo en una forma de generar ingresos, sino en su mayor alegría.
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Gloria Molina es de San Miguel, pero su hogar está en Sonsonate. Estuvo a punto de terminar la carrera de médicina, pero eligió ser emprendedora y cada decisión que toma está regida por la necesidad que tiene de cumplir sus sueños y alcanzar la felicidad.
Estudiando su internado en medicina en la ciudad de Sonsonate conoció a su actual esposo que trabajaba en un hospital de ese departamento y juntos decidieron quedarse a vivir ahí.
A inicios de 2001, el terremoto de enero que golpeó El Salvador la hizo tomar otra decisión, renunciar a la medicina y quedarse en casa a cuidar a sus hijos Carlos y Mónica, hoy de 30 y 25 años, solo le faltaba el año social para terminar la carrera.
Con su naturaleza inquieta buscó rápido una forma de ganar ingresos para apoyar el hogar. Primero optó por los trabajos hechos a mano como el scrapbook o libro de recortes para personalizar álbumes de fotografías, también por el repujado y hasta por el bordado, pero fueron las plantas, particularmente los cactus, los que terminaron cautivándola.
De niña recuerda la enorme casa de sus abuelos en San Miguel, donde se crió rodeada de plantas y aunque no le enseñaron sobre jardinería de manera directa cultivaron en ella un particular gusto por las plantas ornamentales y donde quiera que iba siempre había un espacio para montar un pequeño rincón natural.
Hace cinco años mientras probaba con varios emprendimientos, una amiga la invitó a vender junto a ella cactus y plantas exóticas en el Club de Jardinería de El Salvador y de inmediato se enamoró de esas plantas exóticas y se convirtió en una cactófila.
Hoy posee una colección personal de más de 500 cactus, muchos de ellos exóticos y traídos de México, Guatemala, España, Paraguay, Argentina y Perú, entre otros países, y mantiene para venta más de 60 variedades distintas solo de cactus. También comercializa suculentas.
Su pasión por la cactofilia es tal que ha asistido a congresos internacionales a reunirse con especialistas en el tema, también ha mandado a pedir al extranjero libros sobre estas plantas y pertenece a un club donde junto a otros amantes de los cactus, comparten consejos y experiencias.
Su colección privada es su orgullo y dedica todos los domingos a regar sus 500 plantas, abonarlas, revisarlas, y hacer todo lo necesario para que se mantengan vivas y hermosas.
Esta colección en la que posee cactus cuyos precios pueden superar los $300 o más dólares por pieza, son su semillero para alimentar su emprendimiento al que bautizó como Jardintopía (el jardín de sus sueños).
“Jardintopía viene de utopía que es algo imaginario, lo unió con la palabra jardín y es el que me imaginé tener toda mi vida y que ahora me da tantas alegrías”, explica la emprendedora.
De los clubes a la venta en línea
Gloria comenzó a montar su colección poco a poco y sigue manteniendo tanto las plantas para la venta como su tesoro en su propia casa que cada vez se va haciendo más pequeña.
Su venta solía ser dos veces por mes en el club de jardinería, incluso vendía plantas carnívoras que solía traer de México y otros países y era conocida entre sus colegas de oficio por sus peculiares especies, pero con la pandemia surgió una nueva demanda y una forma también nueva de comercializar sus plantas.
“Los clientes me seguían buscando y venían a la puerta de mi casa a comprar y así comencé a vender en línea y a hacer envíos a domicilio. También recibo clientes por cita y además de cactus y suculentas tengo a la venta macetas, abonos, insecticidas, lapiceros y adornos, todo ligado a jardinería “, contó Gloria.
Jardintopía se centra básicamente en cactus, pero la peculiaridad es que muchos de los que ofrece son especies poco comunes, incluso tenía plantas exóticas como las carnívoras, pero las traía del exterior y por el cierre de fronteras ha detenido su comercialización, aunque la retomará en cuanto pueda.
Gloria reconoce que por ahora el emprendimiento está en camino de ser rentable y la base es cultivar ella misma las especies y hacer crecer la oferta para venta con especies poco comunes.
“Mi sueño es conseguirme un lotecito, un lugar donde poner un kiosco con café y bocadillos y tener una exposición permanente de mi colección y de mi venta de cactus”, comentó.
Un sueño que ya ha comenzado a concretarse, porque ya logró comprar un lote en Izalco, Sonsonate, y ahora, tal y como imaginó su actual jardín, empieza a dibujar en su mente su Café Jardín que montará paso a paso.