Involucrado en uno de los rubros más golpeados por la pandemia, el chef Eduardo Zaldaña se reinventa todos los días en un esfuerzo por reactivarse, convencido que siempre hay maneras de generar ingresos y salir adelante.
Promotor de la cocina segura, clave para la reactivación económica de hoteles y restaurantes, el Chef Eduardo Zaldaña recorre las cocinas de prestigiosos centros de alojamiento y de gastronomía para capacitar a los cocineros y al personal sobre el manejo de alimentos y cómo implementar medidas sanitarias.
Lo anterior es parte de una certificación de la Asociación Mundial de Chefs (World Chef´s) por sus siglas en inglés y la Asociación de Chefs de El Salvador, entre otras entidades que buscan impulsar los protocolos sanitarios en hoteles y restaurantes que le permitan operar con normalidad.
El chef reconoce que está en un rubro difícil y hasta antes de la pandemia incluso planeaba abrir un restaurante y hacer grandes cosas en esa industria, pero la crisis de la pandemia golpeó tanto el rubro que por más de cinco meses los restaurantes cerraron y él debió en repensar una hoja de ruta que le garantiza ingresos para él, su esposa y sus dos hijos de 13 y 4 años.
El chef se involucró de lleno en las capacitaciones de cocina segura, invitado por la Asociación de Chefs, y aunque no recibe ningún pago por hacerlo, su interés es apoyar el sector y ayudar a que más personas involucradas en el rubro puedan ir recuperando sus empleos.
“Entre más cocinas operen se permite que se reincorporen cocineros o meseros que han perdido su empleo y esa es la mejor recompensa”, cuenta.
Sin embargo, esas capacitaciones le han dado la oportunidad de irse abriendo campo como asesor de restaurantes, lo que le ha facilitado no solo compartir su larga experiencia en el campo de la gastronomía sino de alguna manera reinventarse.
Como asesor ayuda a propietarios de restaurantes o cafés que cerraron o que apenas van a inaugurarse a elaborar un menú desde cero.
Acaba de abrir un restaurante en Santa Ana y una de sus satisfacciones es que logró incorporar salsas fusiones en la que ha agregado vinos nonualcos, en apoyo a artesanos de esa zona.
Además también está abriéndose camino en cocina vegana e internacional desde platos bolivianos, chinos, rusos o de cualquier país y ese es su proyecto a corto plazo: Lograr venderse como chef personal.
A sus 40 años está consciente que se vienen tiempos difíciles, pero también está convencido que puede reinventarse todos los días.
Más de dos décadas en el mundo gastronómico
Su abuela Carmen fue la primera que introdujo a Eduardo entre ollas y sartenes enseñándole los primeros secretos de las sopas y peculiares mezclas para elaborar salsas, cuando él era un adolescente.
“Mi abuela era cocinera del Hospital Militar y siempre inventaba para capitanes o gente de alto rango y yo la admiraba…Ella me fue enseñando y dando los secretos”, contó.
Más tarde se introdujo por su propia cuenta en los primeros estudios de gastronomía en una prestigiosa escuela de San Salvador, sin embargo fue su paso por cocinas de grandes cadenas hoteleras de México y Honduras las que le fueron dando la mayor formación gastronómica.
El Chef también fue instructor de la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) por sus siglas en inglés, y para algunos hoteles y restaurantes de la capital donde al lado de otros chefs y compañeros de oficio fue adquiriendo experiencia en gastronomía internacional y fusiones.
También trabajó en el Restaurante Las Gardenias de Fusal donde junto a casi un centenar de cocineros y chefs debían elaborar platillos para hasta unas 2,000 personas por evento, ese lugar asegura, fue una de sus principales escuelas.
“Era la escuela más robusta en cocina, habíamos 25 cocineros y 20 chefs, se repartían en banquetes y comida a la carta, pero cuando eran capacitaciones en Fusades, eran de entre 200 a 2000 personas diarias y había que darles refrigerio o almuerzo, así pasé cuatro años de mi vida aprendiendo en lo que considero la mejor escuela para poner en práctica lo aprendido”, recuerda.
La cocina, dice, no es una profesión fácil y además en cansada, pero la satisfacción más grande es ver a otros disfrutar lo que él elabora.
“El trabajo de chef es súper cansando, no hay Navidad ni año nuevo, ni vacaciones, afuera hay fiesta y uno siempre está cocinando, la vida social se va a cero, uno tiene pocas horas de dormir, pasa la mayor parte de tiempo parado, pero tiene que gustarle mucho esto y lo que llena es ver como otros disfrutan cada cosa que uno cocina”, dijo orgulloso.