Rita trabaja hasta quince horas por día elaborando delicioso pan artesanal y no hay una pizca de cansancio en ella. Sus frases son simples y profundas, así como sus sueños y la convicción que tiene de que logrará cumplirlos todos.
Tiene 49 años, es madre soltera de Madeline de 24 años y José Alfredo de 29 y dueña desde hace dos años de su propio negocio, Panadería Inesita que ofrece al menos cincuenta variedades de pan dulce, pan francés, integral, galletas, repostería y más.
Rita es una mujer guerrera, como ella se autodefine, la tercera de seis hermanos reconoce que desde niña aprendió a ganarse su propio dinero y acompañaba a su madre a la panadería de la familia para aprender el negocio.
“Mi madre era emprendedora, tuvo una panadería y sacó adelante a sus seis hijos haciendo pan y trabajando duro, empezó en eso a los trece años y en eso estuvo toda su vida. Ella me llevaba y le ayudaba a hacer los nuditos de los pastelitos, a pegar los yoyos con miel, lo que fuera y me pagaba y ya con eso me compraba mi estreno de Navidad o cositas que yo quería”, recuerda Rita.
Aunque no la dejaban involucrarse mucho, Rita admiraba el esfuerzo y tesón de su mamá en el negocio de las harinas, por eso bautizó su propia panadería con el nombre de la mujer de quien se siente tan orgullosa.
Rita y sus hermanas aprendieron el oficio, pero no se dedicaron a él, al menos no por un tiempo. Ella por ejemplo trabajó por 25 años en una empresa privada como ejecutiva de ventas, pero el pan siempre estaba presente en su vida porque lo recogía en la panadería de su mamá y lo vendía en la oficina.
Sin embargo hace dos años y una década después de que su madre había fallecido, Rita desempolvó las recetas de las semitas y los pastelitos de su mamá y fundó Panadería Inesita, con el apoyo de uno de sus hermanos y cada día agradece a Dios haber tomado ese paso.
Decidida a ponerle todo el empeño, tomó varios cursos en el centro de Formación Laboral de Santa Tecla y así pudo ir perfeccionando su negocio.
Más tarde se incorporaron sus dos hermanas y también su hija menor, que acaba de graduarse de la universidad y parece haber heredado el talento de su abuela y de su madre, aunque se ha inclinado por las galletas y la pastelería, lo que tiene orgullosa a Rita porque su mayor anhelo es dejarle a su hija el negocio como legado.
Pan para todos los gustos
Rita posee dos sucursales, una en el centro de Santa Tecla y otra en el mercado Dueñas y acaba de tomar varias capacitaciones en el Centro de Formación Profesional de Santa Tecla, de empaque y embalaje y ahora está feliz porque ofrecerá su pan en cajas que facilitarán higiene y una mejor presentación.
Además ha sido elegida entre 100 proyectos, como uno de los 10 mejores de la alcaldía a través de Santa Tecla Emprende. También ha recibido varios reconocimientos como mujer emprendedora y así se define ella con singular orgullo.
La pandemia dice también golpeó sus ingresos porque debido a la baja en las ventas, no pudo continuar pagando el alquiler del local donde tenía su negocio originalmente y se movió a otra zona, pero ella lo ve solo como un tropiezo y ahora donde está ya está reactivándose de nuevo.
Rita comienza su día a las cuatro y media de la mañana y lo termina pasadas las siete de la noche y elabora en su panadería unas 150 piezas de pan dulce diarios, además del pan francés.
“Nosotros ofrecemos pan tradicional- el pastelito de piña, la semita, la viejita, las quesadillas, las tortas de manzana, de higo y cachito simple que es de los predilectos- pero sabemos que la gente le huye a la grasa y al azúcar, y por eso estamos innovando con un pan integral que es a base de semillas previamente tostadas, semillas de girasol, linaza, chía, ajonjolí, almendra, entre otras, se tuestan previamente y se usa harina integral, ese pan es la estrella de la panadería”, cuenta.
La panadería un trabajo duro reconoce, pero lleno de satisfacciones, la mayor de todas la libertad que le da poner manejar su tiempo y poner pasar fechas especiales con su familia, algo que no tiene precio para ella.
Rita es además una mujer llena de energías y de sueños. Posee un amor único por su pan, del que habla como si se tratase de un tesoro. Su negocio es su vida, la razón de levantarse todos los días y su anhelo más grande es llegar más allá de la sala de ventas, el mercado y las tiendas donde lo distribuye.
“Emprender es un sinónimo de no tener miedo, hay personas que le dicen a una, no vas a dar el ancho en eso, buscá trabajo, tenés experiencia y mejor tenés un sueldo seguro, porque emprender es un riesgo, pero hay que perder el miedo y lanzarse, porque este mar es súper grande y hay que estar siempre de la mano de Dios y de la familia, el otro pilar que una tiene”, añade convencida.
La emprendedora sueña en grande y quiere incluso exportar su pan porque asegura que el sabor conquista cualquier paladar nacional o extranjero.